Un estudio becado por Caja Segovia descubre seis especies de árboles hasta ahora no citadas en la provincia.
Durante un año, un equipo de botánicos y naturalistas encabezado por Emilio Blanco Castro ha pateado “ríos, arroyos, páramos, canchales, roquedos, barrancos, arenales, dunas, cantiles y lavajos” de la geografía segoviana con una meta, la de inventariar los árboles más desconocidos de la provincia.
Después de haber realizado un análisis de los datos obtenidos, la primera conclusión a la que ha llegado Blanco es la de que la diversidad forestal de Segovia es “más alta de lo que se creía”. “La provincia —sostiene ahora— es muy grande, más de lo que parece”. Tiene “muchísimos rincones”, poco conocidos, en los que este botánico reclama llevar a cabo una minuciosa exploración de campo.
El paisaje segoviano, aunque dominado por el pino, el roble y la encina, acoge muchas otras especies. En total, se estima en cerca de 80 las especies de árboles arraigadas en la provincia. De esa cifra, la mitad son alóctonas o introducidas y la otra mitad autóctonas o espontáneas.
Conscientes de la escasa información existente sobre la mayoría de las especies autóctonas, Blanco y su equipo —integrado por siete personas, a las que se añadieron un buen número de colaboradores— quiso centrarse en la elaboración de mapas de distribución de las mismas. De inicio, se plantearon buscar 17, pero después añadieron otras, hasta llegar a 25. De todas ellas figuran mapas en el libro “Árboles raros, escasos o amenazados de Segovia. Tejos y otras especies de interés segovianas. Conocerlos mejor para conservar”, editado por la Obra Social y Cultural de Caja Segovia en su colección “Naturaleza y Medio Ambiente”, donde se publican desde hace años los trabajos de los ganadores de las “Becas de Medio Ambiente”.
Una de las aportaciones más importantes de este trabajo es la de haber aumentado el conocimiento de la distribución de las especies a estudio. Pero además este equipo de botánicos ha comprobado la presencia de seis especies nuevas, hasta ahora no citadas en la provincia de Segovia.
Estas seis nuevas especies son el alcornoque (Quercus suber L.), el abedul (Betula pendula), el piruétano o peralillo (Pyrus bourgaeana), el roble carballo (Quercus robur L.), el roble orocantábrico (Quercus orocantabrica) y el sauce de montaña (Salix caprea L.).
El abedul, aunque escaso y marginal, mantiene en Segovia tres núcleos de población, en Ayllón – Somosierra, Navafría – San Ildefonso, y una presencia aislada en El Espinar. Además hay un caso excepcional de abedules alejados de las montañas, en concreto en el cañón arenoso del río Cega.
Por lo que respecta al piruétano, una especie muy próxima al peral común, los investigadores han detectado la presencia de este pequeño arbolillo en al menos cinco términos municipales situados en el valle del Eresma, en plena Tierra de Pinares.
También se ha contrastado la presencia en la provincia de Quercus orocantábrica, en Riofrío de Riaza, y de Quercus robur L. (roble carballo), en el cañón del Cega.
Y, en cuanto al sauce de montaña, Blanco y su equipo han confirmado su existencia en tres términos municipales pertenecientes al macizo de Ayllón.
Especies complementarias Desde el punto de vista forestal, Segovia no es solo una tierra de pinos, robles o encinas. También hay otras especies, acompañantes o complementarias, que, tal y como defiende Blanco, “crean riqueza en el bosque porque lo diversifican”. Lo llamativo de este grupo de especies acompañantes es que más del 60% de ellas son “raras”. O sea, que el número de sus ejemplares es “escaso” o “muy escaso”.
La mayoría de estas especies proceden de climas del norte. “Por eso se refugian en las sierras donde se reproducen climas del norte”, explica Blanco. De todas esas especies hay “muy poquitos ejemplares y en mal estado de conservación”. En cualquier caso, Blanco no se muestra excesivamente pesimista sobre su futura pervivencia, por dos motivos. El primero, la mayor concienciación social sobre los beneficios que generan estos árboles. En segundo lugar, la protección que ejercen sobre ellos los gestores de las administraciones públicas, que “ahora valoran estas especies”.
Los autores del estudio piden, para los enclaves de interés donde conviven entre 6 y 9 de esas especies, la declaración de ‘Lugares de Interés Botánico’, una figura de protección aprobaba por la Junta de Castilla y León y cuya reglamentación fue publicada en el Boletín Oficial de Castilla y León número 207 del año 2005.
De acuerdo con Blanco, “habría que controlar el ganado en esas zonas, para que no se comiera los rebrotes”. “Sería como crear unos viveros naturales de esas especies; si las dejamos solas se expandirán, simplemente no hay que presionar”, insiste el botánico. A su juicio, también se debería arbitrar otra medida, la de paralizar la explotación forestal en esos rodales, “muy localizados geográficamente”.
En el hipotético caso de que hubiera dinero, Blanco propone emprender políticas para que esas especies se propaguen. ¿Cómo?. Plantando semillas o esquejes de esos árboles en hábitats similares a aquellos en los que vive la especie de forma natural. Aunque hoy ya no se introducen en España especies alóctonas, él insiste en la relevancia de mantener esa línea, la de recurrir a las semillas autóctonas y no importar de otros países.
Alcornoques, también aquí.- “Aunque existían numerosos topónimos que hacían referencia al alcornoque en la provincia, hasta ahora no se conocía la presencia de esta especie en Segovia”, resalta Blanco.
Gracias a la beca de Caja Segovia, este equipo de botánicos ha confirmado la presencia de alcornoques en el paraje denominado “El Monte”, perteneciente al término municipal de Montejo de Arévalo, donde forma parte de un interesante carrascal achaparrado en monte bajo, acompañando a otros Quercus como encinas y quejigos. En esta zona de Segovia, en lo alto del cerro que emerge a caballo entre las cuencas de los ríos Voltoya y Adaja, los alcornoques parecen estar bien adaptados al clima frío.
El alcornoque es una especie propia del cuadrante sudoeste de la Península Ibérica, muy abundante en Portugal, Extremadura y Huelva. En Castilla y León ha penetrado en la zona occidental, ocupando las zonas más templadas y siempre sobre suelos ácidos. En Segovia faltaba confirmar su presencia. Las localidades más cercanas a Montejo de Arévalo con presencia de alcornoque se encuentran en Valladolid, al sur de Tordesillas.